Mientras que Oporto y Benfica lideran futbolísticamente Portugal con una filosofía de compra de jugadores desconocidos, normalmente sudamericanos, para su posterior venta a precios altos, el Sporting de Lisboa ha sido incapaz de planificar a largo plazo y ha vivido temporada a temporada fichando jugadores que destacaban en una campaña de manera aislada, sin seguir eje vertebrador alguno que justificase estas operaciones y pagando además precios relativamente altos por futbolistas que posteriormente apenas aportaron.
Ello ha llevado al Sporting de Lisboa al borde de la quiebra, razón por la cual se ha visto obligado a actuar con premura. Los de José Alvalade acaban de anunciar la venta de su principal estrella, Ricky Van Volfswinkel, al Norwich, por diez millones de euros. Y la razón es que el club portugués lleva años sin conseguir que alguna de sus inversiones económicas rindan como es debido. Sin ir más lejos, Van Volfswinkel, que llegó por seis millones de euros, ha sido incapaz de cumplir las expectativas.
Pero el delantero holandés no ha sido el único en salir debido a las urgencias económicas. Xandao también ha dejado dinero en caja al marcharse al Kuban por tres millones de euros, mientras que Izmailov ha recalado en un rival directo, el Oporto, debido a que su alta ficha era ya insoportable para el club de la capital. Además, jugadores como Carriço, Onyewu o Pranjic han dejado el equipo sin pena ni gloria, a pesar de las altas expectativas que crearon con su llegada y del considerable sueldo que todos ellos cobraban en Lisboa. Por si fuese poco, el Sporting ha vendido por cantidades considerables a Insúa al Atlético de Madrid (3,5 millones), Joao Pereira al Valencia (3,7) o Mati Fernández a la Fiorentina (3,9), y aun así sus cuentas continúan en números rojos. Esto demuestra que desde hace algún tiempo los directivos del club capitalino aventuraban que las cuentas no cuadraban, y aun así se dejaron ocho millones de euros el pasado verano en la incorporaciones de Marcos Rojo y Matías Viola, jugadores que ni mucho menos han rendido como sus altos precios de traspaso hacían presagiar. Y lo malo es que esta ha sido una constante con la inmensa mayoría de los fichajes del Sporting de Lisboa desde hace más de un lustro.
De hecho, en las oficinas del José Alvalade se han cometido disparates como abonar casi nueve millones de euros por el ex jugador del Atlético Elías, seis por Sinama Pongolle, casi cuatro por Jeffrén, 3,5 por Diego Capel, 3 por Evaldo (sí, por Evaldo), 3,4 por Torsiglieri, o dos por Zapater. Como apuntamos anteriormente, estas operaciones no se pueden calificar como un despilfarro ya que muchos de estos jugadores prometían llegar alto. Sin embargo, ninguno de ellos ha triunfado en Lisboa, y eso no es casual. La planificación deportiva no ha sido la correcta.
De modo que el Sporting se está reinventando. Ha decidido abandonar una filosofía por la cual cada verano invertía millones de euros en jugadores que posteriormente no daban la talla y ahora parece volcarse en incorporar a futblistas portugueses, que no corran el riesgo de sufrir problemas de adaptación y que asuman fichas bajas sin apenas pagar dinero por su traspaso, siendo las cesiones un modo de supervivencia. Esto, unido a la posibilidad de que pronto surja de la cantera del José Alvalade un Cristiano Ronaldo, un Moutinho o un Veloso por el que ingresar altas cantidades, son las esperanzas con las que cuenta el Sporting para sobrevivir.
Si años anteriores los resultados deportivos no eran buenos, tampoco se puede afirmar que fuesen desastrosos. Sin embargo el club lisboeta tocó fondo esta temporada y actualmente ocupa el puesto 10 de la Liga Sagres. Así, puede que este bache sea positivo. Es posible que la crisis económica y deportiva que atraviesa el Sporting le haga escarmentar y le obligue a apostar por una filosofía alejada de lo exuberante y más parecida a la eficiencia de Benfica y Oporto. Y es que como afirma Vetusta Morla en Los días raros, “sin borrón no hay trazo”.