miércoles, 15 de febrero de 2012

La pasividad de Piqué

Recuerdo que la irrupción de Gerard Piqué en el panorama futbolístico español fue realmente llamativa. Este joven central volvía a Barcelona, la que siempre fue su casa, después de fichar por el Manchester United y de su cesión al Zaragoza. Piqué le costó al club culé alrededor de ocho millones de euros, una cifra irrisoria después de ver su gran rendimiento en el equipo que dirige Pep Guardiola.

Ese Piqué que volvió como hijo pródigo (al igual que hizo este año Cesc) deleitó a propios y a extraños gracias a su facilidad a la hora de sacar el balón jugado, su rotundidad defensiva, su remate de cabeza y su capacidad de anticipación. Era un joven muy expeditivo que prometía ocupar la posición de central en la selección española durante mucho años, un puesto en el que nuestro país nunca ha estado sobrado de efectivos.


Piqué participó activamente tanto en los éxitos de la selección como en los de su club. Ejercía de líder y sus rivales le respetaban sobre el campo. Infundía respeto. Nunca daba un balón por perdido y su concentración le permitía ir al cruce un segundo antes que los delanteros a los que se enfrentaba.

Pero la temporada pasada la cosa empezó a cambiar. El defensa rubito y de ojos claros que prometía llegar a lo más alto comenzó a estancarse. Su relación con Shakira, sus declaraciones fuera de tono y sus actuaciones antideportivas sobre el terreno de juego parecieron influir en su forma de jugar.

Esta temporada el problema se ha hecho palpable y parece que ha dejado de ser un tema tabú para los medios de comunicación tanto de Madrid como de Barcelona. Piqué no es el mismo, y el partido bochornoso que disputó ante Osasuna el pasado sábado es la gota que ha colmado el vaso. Está lento, torpe, desconcentrado, ha dejado de ser una opción clara a la hora de sacar el balón jugado desde atrás y más de la mitad de los goles que recibe el Barcelona con él sobre el campo son culpa suya. Puyol ejerce de apagafuegos a su lado y cuesta creer que en el vestuario nadie la haya dado un toque de atención. Mascherano ha logrado superarle en todos los aspectos.


Pero lo que más me desquicia cuando lo veo jugar es su pasividad. Piqué ha perdido el hambre y se nota. Su ambición ha dado lugar a un conformismo que solo rompe cuando habla del Real Madrid. Cuando juega me recuerda a un crack de 32 años que se sabe un genio. El típico delantero de calidad que juega andando. El problema es que Piqué no juega de delantero, sino de central, una posición en la que es necesario mantener la concentración durante los 90 minutos.

Y lo peor es que sólo tiene 25 años. Deberían quedarle muchos años de carrera y sin embargo da la sensación de que perderá las ganas de jugar bastante antes. Quizá Guardiola debería plantearse rotar en el eje de la defensa en lugar de dejar en el banquillo a jugadores básicos para el centro del campo del Barcelona.


Por lo pronto, Piqué fue suplente ante el Bayer Leverkusen en lo que parece ser un castigo. Por supuesto, Guardiola asegurará y jurará que en ningún caso se trata de una reprimenda. Espero al menos que de puertas para dentro el técnico catalán haya tenido una reunión con Piqué para dejarle, como decía mi madre, las cosas claras y el chocolate oscuro.

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