Algo parecido le sucede al Swansea. De la mano de Roberto Martínez el equipo galés encontró el camino que le podía llevar a la Premier League -la mal denominada liga inglesa, puesto que los equipos de Gales también forman parte de ella-. Sin embargo, el Wigan reclamó los servicios de Martínez antes de que este hecho se consumara y fue Brendan Rodgers el que culminó el trabajo del español. Éste no sólo mantuvo su línea de juego, sino que además con el paso de los años profundizó al máximo en ella.
Y es que Roberto Martínez siempre apostó por un juego elaborado y asociativo. Un fútbol de toque que no buscase el camino más corto hacia la portería contraria. Esa filosofía es la que ha intentado mantener en el Wigan y esa idea es la que está llevando hasta el límite Rodgers en el Swansea.
Porque a pesar de que Roberto Martínez puede ser calificado como un técnico arriesgado en sus planteamientos -quizá más en su primer año en el Wigan que ahora-, el español pocas veces ha apostado por un centro del campo tan débil físicamente como lo está haciendo Rodgers. Es cierto que cuando tienes el balón puedes permitirte no contar con una medular potente, pero en todo caso se debe tener en cuenta que no todos los rivales son iguales y que por supuesto no siempre se va a poder mantener la posesión de la bola. Y cuando se pierde el balón, si se es débil físicamente, resulta más complicado ejecutar la presión correctamente para recuperarlo.
Así, mientras Roberto Martínez ha usado en su centro del campo a jugadores como Diamé, Watson, McCarthy o McCarthur, que pueden combinar tareas ofensivas con defensivas, Rodgers ha decidido olvidarse de los jugadores que mejor pueden manejarse en situaciones defensivas para explotar al máximo el fútbol atractivo y de toque en el centro del campo. Y a pesar de que en el primer tramo de la temporada Augustyen -que tampoco es un jugador excesivamente defensivo- solía ocupar una de las tres posiciones del centro del campo -en el 4-3-3 con el que juega el Swansea-, actualmente el técnico norirlandés está sobreexplotando el tridente Britton-Allen-Sigurdsson. Y es que Allen y Sigurdsson son jugadores netamente creativos, y aunque Britton puede asumir galones a la hora de robar el balón, no deja de ser un futbolista ofensivo. Además, Sigurdsson no posee los conceptos tácticos suficientes como para cumplir las tareas que se le asignan en esa posición del centro del campo. Y eso que ofensivamente es una maravilla.
Para entendernos, es como si el Barcelona jugase con Xavi de centrocampista defensivo y con Iniesta y Pedrito de interiores. Parece obvio que un equipo que lucha por tener la pelota y que para ello debe robarla con rapidez no puede dejar de contar en su once con jugadores del perfil de Busquets.
Con este nuevo planteamiento ultravaliente es con el que el Swansea está perdiendo puntos vitales que le están acercando al descenso. Ayer perdió de nuevo ante el Stoke, un equipo muy físico contra el que era de esperar que Rodgers recapacitara, quizá colocando a Sigurdsson en banda en detrimento de Dyer o Sinclair y apostando por un jugador de perfil más defensivo en el centro del campo. Pero no fue así, insistió en su idea de jugar con Britton-Allen-Sigurdsson y volvió a perder. Y si Rodgers ama tanto ese estilo de juego debería comenzar a contemplar la posibilidad de que arriesgando tanto puede luchar por no descender. Y si el Swansea desciende, desciende el fútbol.
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