Cuando Ricardo Garrone, presidente de la Sampdoria, decidió vender a Pazzini y Cassano, probablemente no era consciente de la irresponsabilidad que acababa de cometer. Quizá Garrone pensó que un equipo que había quedado cuarto en el Calcio la temporada anterior no debería resentirse sobremanera si perdiese a sus dos hombres más importantes, por lo que decidió hacer caja y conformarse con aspiraciones deportivas menos exigentes. Quedar entre los ocho primeros parecía un objetivo fácil de alcanzar.
Pero hay una cuestión que Garrone pasó por alto. ¿Gracias a qué consiguió la Sampdoria alcanzar puestos de Liga de Campeones? Sin duda, el conjunto tuvo mucho que ver. La plantilla era compensada y los jugadores luchaban como leones en cada partido, apoyándose en un entramado defensivo más que notable. Pero eso no habría sido suficiente de no ser por las cabalgadas maradonianas de Cassano, o por los goles imposibles de Pazzini.
Sería hipócrita decir que la Samp ha descendido únicamente por la ausencia de estos dos cracks. Pero parece claro que si la delantera del equipo genovés hubiese permanecido intacta, el club seguiría siendo equipo de la Serie A.
Es cierto que los cambios en el banquillo han podido afectar al equipo. También la suplencia de Poli, un jugador que a mi entender podría haber dotado al equipo de la claridad a la hora de mover el balón que tanto han necesitado los genoveses. La inestabilidad también se trasladó, en la parte final de la temporada, a la zaga. Ya sea por lesión o por decisión técnica, jugadores vitales en años anteriores como Gastaldello, Zauri o Ziegler han tenido la opción de ayudar al equipo cuando este más lo necesitaba.
Los hombres que llegaron a Génova para compensar (o al menos para intentarlo) las bajas antes mencionadas, tanto en defensa como en ataque, tampoco demostraron que podían ganarse el puesto. Macarrone no marcó las diferencias en punta, Babiany dejó en evidencia a Benítez, que lo colocó de titular indiscutible en el Inter a principio de temporada y que nunca llegó a fraguar, y Macheda… ¿Qué decir de Macheda? Mientras su Manchester triunfa, él ha dejado claro que aún está muy verde para jugar al primer nivel. Dudo mucho que llegue a contar algún día para Ferguson.
Todas estas circunstancias han mandado a la Sampdoria, uno de los equipos con más historia de Italia, a la Serie B. El equipo de Garrone es el mejor ejemplo para demostrar que un club que logra llegar arriba no puede relajarse. No puede vender los muebles y dejar las habitaciones vacías confiando en la fuerza de la inercia. Equipos como el Sevilla, el Werder Bremen o el Aston Villa reflejan el fenómeno Sampdoria. Y es que cuando llega lo bueno hay que cuidarlo. No basta con conformarse con lo que se tiene y dejarse llevar. Es necesario continuar buscando alicientes que justifiquen las motivaciones por las que nos movemos. La Sampdoria encontró lo bueno el año pasado, no lo cuidó durante esta temporada, y ahora se encuentra en las cloacas del infierno. Y puede que se lo merezca.
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