La afición del Britannia Stadium conoce a su equipo igual o incluso más que el propio Pulis. Los hinchas del Stoke saben que su equipo necesita muy poco para crear una ocasión clara de gol. Por ello, al igual que Pulis, cuando Asamoah Gyan marcó el segundo gol del Sunderland colocando el 1-2 en el marcador, alzaron aún más su voz para guiar al Stoke hacia la remontada.
Porque si hay un equipo en el mundo capaz de levantar un marcador adverso en los últimos minutos ese es el Stoke City. Cuando los rivales acuden al Britannia saben que ir ganando por un gol de diferencia en el último cuarto de hora de partido no significa absolutamente nada. Pocos equipos en la Premier manejan situaciones de este tipo como los Potters.
El Stoke City no desarrolla un juego de toque, ni un fútbol directo. Tampoco se apoltrona atrás dejando hacer al rival. El juego de este equipo es básico. Pulis coloca un rudimentario e inamovible 4-4-2 sobre el terreno de juego en el que solo existen dos leyes; no dar descanso físico al rival e intentar llevar el balón hasta la portería contraria de la manera más rápida posible. Para ello cuenta con dos torres arriba, Kenwyne Jones y el recién fichado Carew. Ellos son los encargados de disputar los balones por alto buscando una segunda jugada. Esa es la opción prioritaria, pero no la única.
La alternativa, sobre todo si el equipo va perdiendo, es esquinarse con el balón en los pies buscando un saque de banda a favor en campo contrario. Es en ese momento cuando Delap, uno de los jugadores de la Liga inglesa que menos cosas ofrecen con los pies, manda con las manos un balón que parece teledirigido al corazón del área pequeña rival. El pasado sábado ante el Sunderland no hubo una jugada de este tipo que no sembrara pánico entre los defensores, cuya entereza se fue minando poco a poco debido a la lucha física mantenida con los delanteros y a los infructuosos intentos de despejar el balón lejos del área.
El Stoke City no desarrolla un juego de toque, ni un fútbol directo. Tampoco se apoltrona atrás dejando hacer al rival. El juego de este equipo es básico. Pulis coloca un rudimentario e inamovible 4-4-2 sobre el terreno de juego en el que solo existen dos leyes; no dar descanso físico al rival e intentar llevar el balón hasta la portería contraria de la manera más rápida posible. Para ello cuenta con dos torres arriba, Kenwyne Jones y el recién fichado Carew. Ellos son los encargados de disputar los balones por alto buscando una segunda jugada. Esa es la opción prioritaria, pero no la única.
La alternativa, sobre todo si el equipo va perdiendo, es esquinarse con el balón en los pies buscando un saque de banda a favor en campo contrario. Es en ese momento cuando Delap, uno de los jugadores de la Liga inglesa que menos cosas ofrecen con los pies, manda con las manos un balón que parece teledirigido al corazón del área pequeña rival. El pasado sábado ante el Sunderland no hubo una jugada de este tipo que no sembrara pánico entre los defensores, cuya entereza se fue minando poco a poco debido a la lucha física mantenida con los delanteros y a los infructuosos intentos de despejar el balón lejos del área.
Así, en el minuto 83 Huth consiguió el empate, y en el 90 otro gol de este fuerte y potente central alemán dio la victoria a los Potters, ante la exhausta e impotente mirada de los jugadores del Sunderland. Los faltas sacadas por Etherington, que posee una zurda de oro, unido a los centros y saques de córner realizados por Pennant constituyeron un bombardeo ante el que nada pudo hacer el rival. Gordon, portero del Sunderland, cuajó un gran partido, ya que blocó innumerables balones aéreos, y a pesar de ello tuvo dos fallos enormes que acabaron en sendos goles, de tanto como fue el cántaro a la fuente. Y es que si ante ti está el mejor equipo del mundo a balón parado, solo queda fortalecer gemelos para saltar lo más posible y rezar para que a Delap se le caiga un brazo.
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